Catahuango, a febrero 12 de 1823
A Su Excelencia
General Simón Bolívar
A más de encontrarme condenada por mis parientes en Quito, la suerte al revés en mi matrimonio (siempre supe desde el principio que sería así), usted me incomoda con el comportamiento de usted, de sus sentimientos que son desprendidos de toda realidad.
¿Dice usted que me piensa, me ama, me idolatra?
¿Cree usted que este destino cruel puede ser justo? ¡No! ¡Mil veces no! ¿Quiere usted la separación por su propia determinación, o por los auspicios de lo que usted llama honor? La eternidad que nos separa sólo es la ceguera de su determinación de usted, que no lo ve más. Arránquese usted si quiere, su corazón de usted, pero el mío ¡No! Lo tengo vivo para usted, que sí lo es para mí toda mi adoración, por encima de todos los prejuicios.
Suya,
Cuartel General de Lima, a 13 de septiembre de 1823
A la señora Manuela Sáenz
Mi buena y bella Manuelita:
Profunda preocupación tiene mi corazón, a más de mi admiración por tu valentía al enfrentarte sola al anatema de la luz pública, en detrimento de tu honor y de tu posición.
Sé que lo haces por la causa de la Libertad, a más que por mí mismo, al disolver, con la intrepidez que te caracteriza, ese motín que atosigaba el orden legal establecido por la República, y encomendado al general Solom en Quito.
Tú has escandalizado a media humanidad, pero sólo por tu temperamento admirable. Tu alma es entonces la que derrota los prejuicios y las costumbres de lo absurdo; pero Manuela mía, he de rogarte: prudencia, a fin de que no se lastime tu destino excelso en la causa de la libertad de los pueblos y de la República.
Prefiero que vengas a Lima, a fin de hacerte cargo de la secretaría y de mi archivo personal, así como los demás documentos de la Campaña del Sur.
Con todo mi amor,
Quito, septiembre 23 de 1823
S.E. Simón Bolívar Señor:
Bien sabe usted que ninguna otra mujer que usted haya conocido, podrá deleitarlo con el fervor y la pasión que me unen a su persona, y estimula mis sentidos. Conozca usted a una verdadera mujer, leal y sin reservas.
Suya,
Lima, a octubre 18 de 1823
Muy señor mío:
Tiene usted mi amor verdadero, con el prendimiento de mi corazón por usted. No me calmo hasta que usted me dé su explicación de su ausencia de usted, sin que yo sepa qué se ha hecho usted. ¿Es que no ve el peligro? ¿O yo no le intereso más que ayer? Decida usted, porque yo me regreso aun sin la gloria de usted, que no vacila en hacerme sufrir.
Suya
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